Seguridad en barrancos: Una historia, un accidente, una pasión.

«¿Qué es el hombre dentro de la naturaleza? Nada con respecto al infinito. Todo con respecto a la nada. Un intermedio entre la nada y el todo»

Blaise Pascal

Un poco de historia..

Hace ya unos años que hago barrancos.

Aún recuerdo con cierta nostalgia determinados momentos.. Como por ejemplo cuando oí hablar por primera vez de Isla Reunión. Un sitio remoto inimaginable e inaccesible para muchos barranquistas, entre los que por supuesto me encontraba yo.. Circos naturales con cascadas gigantescas que se precipitaban al vacío, cañones de varios días de duración, péndulos de 4 metros a más de 100 metros de altura… en fín, sueños que quedaban muy lejos de mis aspiraciones en aquel momento.

                        Fig.1. Circo del Trou de Fer. Isla Reunión (Francia)

Con el tiempo y con la experiencia adquirida, poco a poco fui aprendiendo la técnica y disfrutando de las aguas vivas o de las grandes verticales.

Había una época en la que no disfrutaba de los remolinos, de las lavadoras ni de los drosages y mucho menos de estar colgado a más de 200 metros del suelo. Ese tiempo acabó y ahora disfruto mucho de estos momentos. Quizás demasiado..

Las experiencias vividas y la pasión por esta actividad de montaña han ido en aumento de un tiempo a esta parte.

Quizás tenga algo que ver la cantidad de documentación gráfica de muchos descensos, incluso de aquellos que prácticamente nadie realiza por el compromiso que tienen. Muchos de mis amigos y compañeros de aventura estamos enganchados a esos canales de youtube de los que llamamos en el mundillo, la 1ª división del panorama barranquista.

En mi caso, no es la primera vez ni tampoco será la última que he estudiado los videos y las crónicas publicadas, como si de una lección se tratara, para afrontar con la máxima convicción y motivación posibles, los descensos. Cuantas veces he pensado al estar dentro de un cañón que hace tiempo que quería hacer “Aquí estoy, ¡sí! Por fín me lo voy a llevar” y al mismo tiempo se me venían a la cabeza todos los recuerdos de los videos.. como si ya hubiese estado antes, pero esta vez no estaba soñando. ¡Era cierto!

Sin ir más lejos, hace más o menos un mes, cuando llegamos al puente dónde se inicia el temido cañón del Oules du Diable, estuve unos segundos tocando el cartel de madera que nos da la bienvenida al mismo, sintiéndolo entre mis dedos, después de tanto tiempo esperando ese momento.

Hay lugares que por desgracia, sólamente podemos visitar una vez al año por la distancia a la que se encuentran de nuestra casa.

Fig. 2. Vista desde el puente de entrada a las Oules du Diable – Parc National des Ecrins (Francia)

El barranquismo ha evolucionado de una manera muy rápida. Quizás demasiado. Otras disciplinas de montaña han tardado décadas para poder evolucionar de la misma manera e incluso otras se han quedado estancadas en un pasado muy lejano.

Hace veinte años casi ningún español se imaginaba descender el cañón de “La Meije”, quién sabe, quizás tampoco hace diez años..

Las exploraciones españolas se solían centrar en la Sierra de Guara, Pirineos Atlánticos y los distintos valles del pirineo oscense, catalán y navarro.

Nombres como Enrique Salamero, Edu Gómez o Luís Mariano Mateos Marcos, entre otros, se llevaban toda la gloria por ser los primeros en abrir los clásicos que todos hemos descendido en multitud de ocasiones.

Es normal que habiendo tanto por abrir cerca no se les ocurriera pensar qué abría en Suiza Central o en Ecrins. Suficiente trabajo tenían en casa.

Hace veinte años la técnica y el equipamiento para afrontar un descenso era bien distinto al que tenemos el privilegio de disfrutar ahora.

Pero, para aquella época tampoco eran necesarias.

En aquella época los descensos se acometían en condiciones de seguridad.

Cuando Alain Maurice (aperturista entre otros, del canyon de la Meije, Lanchatra y de la Goufre d’Enfer), acometía un descenso nuevo seguía unas pautas básicas de seguridad.

Estas son sus palabras en un extracto de la entrevista que podéis ver entera por parte de mi gran amigo, Joaquin (Knet) en el blog de Oscar Abaigar, conocido también por “Giputxi”, “Las Puertas del Infierno – Extreem Canyon”.

AQUI:

…pero más importante aún, evitamos ir con demasiada agua, esperábamos mucho tiempo a veces las condiciones favorables para divertirse sin tomar demasiados riesgos”.

En aquella época se abrieron grandes cañones pero nunca apurando el límite del mismo.

En el último libro de L.M. Mateos Marcos, titulado “Aran Valle y barrancos”, hay una frase en la contraportada que me ha parecido muy interesante tener en cuenta:

Estar expuestos no significa arriesgar. Sólo arriesgan quienes desconocen el medio, no dominan la técnica, no tienen experiencia y no están física ni mentalmente preparados. Estas son las garantías que nos permiten afrontar un descenso con seguridad. Pero además, hay que aprender a estar expuestos”.

Hoy en día, se está reinventando el barranquismo, llegándose a realizar gestas épicas que han tenido mucha repercusión en el “gremio”. Por ejemplo:

  • “Los sueños Locos en isla Reunión. 26 barrancos en 27 días” en el año 2009.
  • “Expedición Trummelbach” en condiciones invernales en el año 2011.
  • Descenso de la primera expedición española al cañón del Segnes en la zona de los Grisones suizos en el año 2013.
  • Primer descenso del Chamje Khola acotado como A7 V7 extremo, por parte de la expedición francesa HCT en Nepal, en el año 2012.
  • Primer descenso del Rumchet Khola por parte de la expedición española ECH también en Nepal, en el año 2013.
  • Descenso de la 5ª cascada más alta del mundo, GOCTA, por parte de un equipo de exploración español con más de 500 metros de altura, en el año 2010 .
  • Descenso en solitario del salto del Nervión (240 metros de alltura) realizando maniobras de recuperación de cuerdas con un muy alto compromiso, en el año 2010.
  • Apertura del Riale Calnegia – Cascata di Foroglio (Tizino – Suiza), acotado por los aperturitas como un A8V8 en el año 2013.
  • Apertura del cañón Sandbach, bajo las faldas del Eiger (Berna – Suiza) en el año 2012.

Y así un largo etcétera…

En estos últimos tiempos el barranquismo ha cambiado. Ha dejado de ser una actividad de ocio y disfrute para muchos, para pasar a ser una incursión a la exploración de lugares muy hostiles, vírgenes y comprometidos.

Conocemos a barranquistas que ya no hacen cañones que no tengan un compromiso extremo. Eso ya no les motiva.

La especie humana somos así, nos cansamos de todo. Siempre necesitamos experimentar nuevas sensaciones que nos hagan encontrar la motivación para seguir.

Haciendo mención a la célebre frase de Edward Gibbon:

“Todo lo humano, si no avanza, debe retroceder.”

No quiero decir con ésto que esté mal ser así. Sino todo lo contrario. Es bueno seguir avanzando y marcarse nuevos retos y objetivos. Eso es lo que hace grande cualquier disciplina de montaña.

Ahora bien, no nos creamos invencibles ni pensemos aunque sea por un instante que nuestra destreza y pericia pueden con la madre naturaleza. No seamos tan prepotentes, porqué más tarde o más temprano esta, nos pondrá en nuestro sitio.

Al hilo de esto que comento, voy a hacer referencia al accidente que me costó una fractura abierta de tibia y peroné mientras descendía el Riale di Lodrino, en Tizino (Suiza).

No quiero alargarme mucho. Mi amigo Sergi López hizo una gran crónica de lo sucedido en su blog que podéis visualizar AQUÍ

Simplemente quería añadir mi opinión personal a lo sucedido por si le puede servir a alguien que haya tenido la paciencia de leerse este artículo:

… Sin saber porqué, allí estaba frente a ese pequeño resalte de unos cinco metros de altura. La instalación de la derecha había saltado, seguramente debido a una crecida de este verano. Solamente quedaba un recuerdo de esta con una perforación visible en la pared.

Pensé en primera instancia en destrepar hasta la repisa que había un poco más abajo. Al fin y al cabo el agua no empujaba tanto y la adherencia del granito era excelente. A continuación, se me pasó por la cabeza que para darle un poco más de “emoción” al asunto, podría hacer un flanqueo por la derecha para posteriormente saltar a la poza de recepción.

Mis compañeros que se incorporaron después no lo tenían claro y valoraban la forma de acometer este pequeño resalte. Yo en cambio me sentía muy cómodo y seguro de mí mismo. Esta ha sido una gran temporada. Hemos hecho grandes cañones y el Lodrino en este viaje es el más sencillo de la lista. Al fin y al cabo lo hemos hecho en multitud de ocasiones. Un salto “técnico” pensé…

Sin saber cómo allí estaba, flanqueando la pared sin encomendarme a nadie mientras mis compañeros quedaban atrás. Estaba sólo, sin importarme cómo bajarían ellos, si quizás mi opción de salto ellos no querrían asumirla, ni tampoco sin haber valorado la recepción de aquel resalte que nunca había descendido antes.

El Lodrino era nuevo para mí. Ninguno de mis compañeros tampoco había descendido el tramo intermedio antes, que es dónde nos encontrábamos en ese momento.

En ese momento no me comporté como un verdadero montañero, sino como un novato que está haciendo su primer barranco. Sin hacer equipo, sin reagruparnos todos para valorar la situación para acometer de la forma más segura el resalte. Menospreciando el barranco y el resalte en cuestión.

… Salté

Ahora estaba en el aire. Ya no podía hacer nada, ni dar marcha atrás, ni preguntar a mis compañeros que pensaban de mi decisión, de si la veían correcta o un tanto precipitada. Ya no había nada más que dos paredes que parecían querer fundirse en una sola allí abajo.

Entonces me dí cuenta. Entonces lo entendí todo.

La montaña me tenía que dar una lección de humildad, de compañerismo, de amistad, de altruismo, de paciencia, de dolor y de esperanza.

Lo primero que me vino a la cabeza al ver mi pierna rota fue pensar en el agravio que iba a provocar a mis compañeros. Toni acababa de aterrizar un día antes y este era su primer barranco. Me sentía muy triste por él y también por el resto. Nueve meses de planificación, dos meses mirando caudales, pidiendo información a barranquistas de la zona sobre los check points o si estarían factibles para esa época los cañones. Tanto sacrificio, para nada. Por un salto inmaduro e impaciente.

No paraba de gritar “Lo siento” “Lo siento” “Lo siento”. De eso me acuerdo muy bien, aunque el dolor no me dejara pensar con claridad.

Allí, en aquel pequeño resalte, el viaje se acabó para los cuatro amigos que emprendimos con gran ilusión este proyecto. Un proyecto ambicioso que no pudo culminarse.

La lección que aprendí la transmito aquí para que nunca y digo, nunca, se menosprecie nada. Hemos de intentar frenar el ansia de experimentar más adrenalina de la que ya de por sí nos ofrece un cañón de estas características.

Consensuad todas las acciones en grupo. No tomemos decisiones unilaterales. Cuando barranqueamos en grupo somos eso, un grupo. Una lesión de uno de los miembros del mismo puede conllevar graves consecuencias para todos. Si esto me hubiese ocurrido en el cañón del Zanaibach (que queríamos acometer dos días después) la historia podría haber acabado de otra manera, ya que en esa parte de Suiza el equipo de rescate no actuaría quizás tan deprisa como el de Tizino y el cañón tampoco da posibilidades de escape para pedir ayuda.

Esta sería otra historia que afortunadamente no vivimos…

Fig.3 Pasillo dónde estuvimos esperando Sergi López y yo al equipo de rescate del Socorso Alpino de Locarno.

Quisiera acabar este artículo con una reflexión que hace José A. Ortega, también en el libro de Luis Mariano Mateos Marcos, “Aran Valle y barrancos”:

El barranquismo, que nació como admiración de la obra naturaleza, se ha transformado en algo que no puede ni nunca podrá ser: Un deporte de dificultad competitivo… Este nuevo barranquismo incrementa sus adeptos, mientras que el medio natural no ofrece demasiadas posibilidades de crecimiento: nuevos barrancos deportivos.”

Estoy de acuerdo con la primera parte, no así con la segunda. Quedan muchos barrancos por explorar en lugares no tan remotos, eso sí, las condiciones para afrontarlos son extremas. Lo que implica un altísimo nivel de compromiso para quienes acometen esos descensos, no habiendo lugar para la improvisación o actitudes poco prudentes, porqué un accidente allí dentro puede costar muy caro tanto para el herido como para el resto del grupo.

Por Iván Martin Pastor (Barran K’illo)

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